Se interpreta que la palmera datilera fue introducida por sus frutos en tiempos remotos en las zonas de Levante y posteriormente se ha naturalizado en barrancos, ramblas y humedales. Existen, no obstante, autores que defienden que diversas poblaciones de Phoenix ("P. iberica" Rivera et al., etc.) son autóctonas, encontrándose su hábitat primigenio en estos ambientes más o menos húmedos. Es más probable que la deriva genética y cruzamiento de las diferentes estirpes y variedades, introducidas desde el siglo V antes de Cristo, o durante el periodo de dominación musulmán, haya desembocado en la diversificación del complejo P. dactylifera s. l., de elevado valor etnográfico y agronómico. En todo caso, las poblaciones "naturales" de palmeras forman parte de nuestro paisaje y patrimonio cultural y merecen una atención particular. No obstante, es conocida la polémica, en numerosos lugares, sobre si es necesario regular su trasplante o no, surgida por el elevado valor económico de los ejemplares más desarrollados. En los ambientes antropizados (huertas tradicionales, etc.) no cabe duda que este problema afecta principalmente al patrimonio cultural, y su conservación dependerá de la sensibilidad de municipios o de la propia Administración Regional, pero en ningún caso debe interferir en aspectos exclusivamente medioambientales, pues traspasa una peligrosa barrera que pudiera afectar a otras especies tradicionalmente cultivadas, como olivos, algarrobos, etc., que por el contrario no están tan reconocidas socialmente.